jueves, 26 de noviembre de 2009

Moshe se ha colado en mi casa


Estoy pegado a un viejo sin pasado que juega a ser un héroe. Pero él no se da cuenta, baja la persiana para que la luz no muestre sus heridas y se tumba en el sofá para no pensar, para que el tiempo haga con él lo que él no ha hecho con el tiempo. No he pegado ojo en toda la noche, la situación me está sobrepasando. Fui yo quien lo acogí en mi casa, me dio lástima, me lo encontré tirado en la calle y le ofrecí un plato caliente, pero eso no explica nada, la gente no va recogiendo a extraños por ahí, entonces ¿por qué lo hice? ¿Qué vi en él que no vi en los demás? Y ¿por qué ahora? Pienso esto mientras le preparo el desayuno. La verdad, nunca pensé que fuera capaz de hacer algo así, pero aquí me tenéis, preparándole unos huevos revueltos a un tipo que lo ignora todo sobre si mismo, que día tras día parece inventarse una nueva identidad.

Lo primero que me explicó fue aquella extraña historia de cuando contando entre diez o once años había preguntado a su padre por qué era judío si él no lo había sido, y éste le había respondido que no lo había sido porque la herencia judía se transmitía a través de la madre, y su madre, la abuela del viejo, descendía de una antigua familia sajona, por lo que estrictamente él no era judío, el viejo no entendió muy bien el porqué y siguió insistiendo, hasta que el padre, ligeramente exasperado, le respondió que se debía a que sólo estamos seguros de quién es nuestra madre, no nuestro padre. El viejo siguió sin entender muy bien lo que su progenitor le decía y decidió darse una vuelta por el barrio para aclarar las ideas, más tarde, volvió a encontrarse de nuevo con el padre, esta vez más convencido, le preguntó si estaba seguro de su paternidad, éste lo miro, le dio un sonoro bofetón y le contestó: “sí, estoy seguro”.

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