viernes, 13 de noviembre de 2009

Markus ante sí mismo

Te deshojas lentamente. Una hoja cada día, hasta que te encuentras desnudo y solo, creyendo que estás luchando contra algo que no existe, que es un delirio de tu cerebro, pero sigues buscando respuestas por todas partes, respuestas que, al fin y al cabo, no te gustaría encontrar, pero tienes que hacerlo, debes encontrar algo que haga funcionar el estómago de tu alma, de lo contrario te volverás loco, eso es lo que dicen, porque tu vida ya no te pertenece, tiene el sabor de la locura y de la obsesión, y eso es malo, pero no te vas a rendir, porque nunca lo has hecho, porque otros se sentirían atemorizados pero tú no, tú no tienes miedo al aislamiento, y sólo así, en la más profunda soledad podrás destruir el orden de las cosas, y así empezar de nuevo, porque necesitas reinventarte. El peso de tu pasado no te deja dar ni un paso más, ha llegado la hora de quitarse la máscara y decir a la gente que eres debil y mereces desprecio, que te incomoda el dolor, pero no temes a la muerte, no lo suficiente, ésta es una gran noche, y lo es, porque después de cuarenta años estás pensando en tu padre, al que abandonaste cuando más te necesitaba, tu verdadero padre, y eso no se puede perdonar, ni siquiera tú que lo tuviste todo en contra, pero quién no lo tuvo, y por primera vez en tu vida no te escudas en tus ganas de vivir y asumes la culpa, si es que la tienes, y entonces te imaginas a la orilla del lago Wannsee con los pies hundidos en la arena, viendo como tu madre se aleja, el viento se tensa y un mal presagio se cuela en tu cabeza, ella se esfuerza para atraparte pero no puede, te llama por tu nombre con la voz cortada y tú no puedes hacer nada porque eres un niño y no sabes nadar, ella sigue luchando para salvar su vida, y tú gritas, pero los gritos no sirven de nada porque estáis solos, y lloras, y ésta será la última vez que lo hagas.

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