domingo, 29 de noviembre de 2009

Enrique antes del encuentro con Markus

Al principio, Enrique se sintió capaz de soportar una separación que, en su mente, sólo debía durar unos meses, con el tiempo se dio cuenta que una vez vencido el plazo, nada había cambiado y que al contrario de provocar esos cambios siguió esperando con la misma constancia. Lo que significa que continuaba siendo el mismo, el mismo que aceptaba el amor tal como venía, el superhéroe que cargaba las bolsas de la compra a desconocidas, el tímido que parecía haber pasado media vida en el desierto y que ahora pretendía ser fotógrafo.
La voluntad de viajar no le bastaba para echarse a andar, sus sueños no eran lo suficientemente sólidos y necesitaba a su familia tanto como a si mismo. Hasta ahora no había sido capaz de dejarlo todo, aunque ese todo no significase mucho para él. Estamos ante un tipo cobarde que se escuda en no se sabe muy bien el qué para quedarse como está, para que no hayan cambios, un tipo que se esfuerza en no modificar sus costumbres, teclear la computadora, correr lunes, miércoles y viernes, llamar de vez en cuando a los amigos, como si hubiera alcanzado un punto de no retorno y no le quedara, de todas maneras, otra alternativa de hacer siempre lo mismo, ininterrumpidamente. Un poco a la manera de un alpinista que ya no pudiera avanzar ni volver hacia atrás y permaneciera colgado de la pared.

No hay comentarios: