lunes, 31 de mayo de 2010

Noche en la bahía

Dar aquel paso era como desenmascararme a mí mismo, revelarme cuan anómalo podía llegar a ser. Hasta entonces había vivido extrañamente aislado en el seno de una normalidad apabullante, una normalidad que se acrecentaba día a día y que no dejaba lugar para nada más. En la isla todo era diferente. Conseguía detenerme a pensar y lo que pensaba me animaba a seguir hacia adelante. Durante las noches, adormilado por el vino gozitano, la pequeña luz de la vela agigantaba las sombras de los camareros, que, entre susurros, conspiraban contra el capataz. La vida, la vida entera que no había dejado de imaginar, estaba allí como un acontecimiento único, casi excesivo.

martes, 25 de mayo de 2010

Gozitian deligths

Le gustaba pensar en sí mismo como un pez, colándose en cuevas ajenas donde la oscuridad parecía recubierta por una fina manta de alegría. Tenía que sentarse y pensar, pensar en todo lo que había ido dejando para mañana. Se echaba hacia un lado y recitaba sus oraciones aunque estuviera demasiado cansado para rezarlas, sólo por el mero hecho de sentir las palabras llenando su boca. "Nunca debería alejarme de este pueblo, decía, pronto llegará el día en que los buenos pescadores me llamen por mi nombre". Sentía todo el peso de su alejamiento, el vasto territorio conquistado sin motivación ni propósitos. Se había aurrinado y con él se había llevado a muchos otros. "No seas idiota -dijo en voz alta-. Y no te duermas. Gobierna tu bote. Todavía puedes tener mucha suerte. Hazlo. Sí, hazlo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Lo sabía, y un día, dejó de saberlo.

Contaba la tragedia y la comedia de la imparable pérdida de la inocencia, la imposibilidad de crecer sin dolor, sin romperse. Madurar era caer en la corrupción insensible de los adultos.