lunes, 31 de mayo de 2010

Noche en la bahía

Dar aquel paso era como desenmascararme a mí mismo, revelarme cuan anómalo podía llegar a ser. Hasta entonces había vivido extrañamente aislado en el seno de una normalidad apabullante, una normalidad que se acrecentaba día a día y que no dejaba lugar para nada más. En la isla todo era diferente. Conseguía detenerme a pensar y lo que pensaba me animaba a seguir hacia adelante. Durante las noches, adormilado por el vino gozitano, la pequeña luz de la vela agigantaba las sombras de los camareros, que, entre susurros, conspiraban contra el capataz. La vida, la vida entera que no había dejado de imaginar, estaba allí como un acontecimiento único, casi excesivo.

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