lunes, 9 de noviembre de 2009

Moshe antes del encuentro con Schlomo Finkelstein


“Alcé la vista y ahí estaba, era yo, aunque no del todo, al menos una parte podía reconocerla, la otra no, alguien la había desfigurado, tal vez yo mismo, no lo recuerdo, era como si no me hubiese visto nunca antes, era la cara de un desconocido, alguien que me había acompañado durante toda la vida y que ahora pretendía quedarse para siempre, un tipo despreciable que no iba a rendir cuentas con nadie, ni siquiera conmigo, yo iba a pagar sus cuentas, una larga lista de cuentas pendientes que iban acabar conmigo, me levantaba cada día a la seis de la mañana y volvía a casa a las diez de la noche, entretanto decidía quién debía preocuparse por su vida y quién podía seguir una existencia normal, si es que eso era posible, trabajaba para la Stasi, o mejor dicho, yo era la Stasi, fue así hasta que desaparecí, todo ocurre adecuadamente hasta que desapareces, ves tu cuerpo y tu cara o lo que sea, y no sabes a quién diablos pertenece, es raro, pero una cosa está clara, aquel tipo que te mira desde el otro lado no eres tú, entonces, quién eres, quién soy...”

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