jueves, 12 de noviembre de 2009

Moshe en la trinchera

Voy con mi madre a la oficina de la comunidad por un tema de un piso, algo relacionado con las propiedades de mi abuelo, y allí, mecidos por la brisa, veo colgados los cuerpos de los ahorcados, con la cara azul, la cabeza inclinada hacia atrás y la lengua ennegrecida por la falta de oxígeno. Coches lujosos vienen desde Alexanderplatz, civiles alemanes con sus esposas y sus hijos que acuden para ver el sensacional espectáculo y, como es de costumbre, fotografían la escena entusiasmados, como si fueran espectadores de primera fila del estreno mundial del nazismo, de repente me reconozco entre la multitud con mi traje gris de las juventudes, excitado ante la posibilidad de esquivar de nuevo a la muerte, mi madre camina cabizbaja estrujando mis dedos, de fondo escucho los gritos ahogados de los nuestros, repartidos por todo el continente, mamá, por qué corres, le pregunto, mi madre alijera el paso y se lleva la mano a la cabeza, no hay esperanza para los que son como nosotros, se le escapa entre los labios, el estadillo de una bomba de mortero me saca del catre, tengo los dedos congelados, no hay forma de sacarme esta historia de la cabeza, miro a mi alrededor, hace tiempo que he dejado de creer en los milagros. Soy Markus Vöss y pronto acabará esta guerra.

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