lunes, 30 de noviembre de 2009

El miedo y la vergüenza

Markus me dice que aún no lo sé pero en realidad me llamo Moi y nací en el Prat de Llobregat, junto a un montón de aviones. Yo le digo que eso es imposible ya que nunca estuve allí. El viejo me mira como perdonándome la vida y dice que el tiempo le dará la razón. El tema queda pendiente para más adelante cuando ambos estemos dispuestos a escucharnos.
Desde esta mañana estamos clavados en el fango, hasta los muslos, sin poder mover los pies, oscilando el tronco sobre las caderas, de un lado a otro, como muñecos. No hay nadie que pueda sacarnos de aquí. Ni siquiera la vecina de enfrente que haría cualquier cosa por colarse en mi piso. Hallar una solución se está volviendo urgente, pero al viejo no creo que le importe, sigue con sus historias de siempre, empecinado en reconstruir una historia de locos, sin sentido.
Me cuenta que ha soñado que estaba en su casa, en la casa donde creció, sentado con sus padres, con las piernas colgando bajo la mesa, y encima, mucha, muchísima comida, y era verano, y las ventanas estaban abiertas, entraba una brisa refrescante que lo empapaba todo, y su padre le pedía que tocara el piano y su madre le animaba a hacerlo y daban unas ganas locas de abrazarla. Y de pronto, sonaba el timbre y se levantaba lleno de ansiedad, e iba a abrir, y veía a un tipo vestido con el uniforme de la Wehrmacht que era él mismo, con el pelo limpio y liso, con una botella de vino en la mano. Y sus padres le preguntaban quien era y no sabía que contestar, e instintivamente cerraba la puerta, preso del miedo y la vergüenza, y se echaba a llorar.

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