miércoles, 11 de noviembre de 2009

Moshe ante su enfermedad

Para ser otro hace falta un control sobrehumano, para no delatarse, para callarlo todo sin tener un secreto preciso al que aferrarse, para mirar con otros ojos y no ser visto, para gritar sin llamar la atención. Ningún ser humano puede aislarse tanto que no vuelva a ser él mismo, y es más, en ese aislamiento, siempre hacia adentro, penetramos cada vez más en nuestro yo, del que jamás podemos huir, por lo que nuestra huida se convierte en un atajo hacia la más puro de nuestro ser. Soy un hombre que ha aplazado su vida durante cuarenta años, durante todo este tiempo he intentado hacer lo debido, me casé, con cierta repugnancia, no lo puedo negar, era una forma de afianzar lo que había conseguido, la escogí de buena familia, relativamente guapa, una aria de los pies a la cabeza, la dejé preñada enseguida, después de todo lo que había pasado, necesitaba tranquilidad y costumbres regulares, mi vida iba encaminada hacia no tener inclinación por nada que fuese no tener inclinación por nada, me hice viejo y mis nietos me regalaron una maceta, el mundo era un lugar extraño y mi mujer era una desconocida, el suelo se abría bajo mis pies, por todos lados gente que no podía recordar, y al mismo tiempo gente que recordaba y no existía, habían desaparecido, lo único que quería era volver a casa, una casa sin techo ni ventanas que me esperaba en algún lugar.

No hay comentarios: