lunes, 7 de diciembre de 2009

A punto de dar marcha atrás o la osadía de Herschel Grynspan (II)

Herschel recibe una postal de su madre Berta fechada el 31 de octubre de 1938. Le dice que han sido desposeídos de todo lo que tenían y obligados a emigrar de nuevo hacia al Este. Le escribe desde una estación de tren en Polonia donde están siendo retenidos. Llevan dos semanas allí, sin comida ni abrigo, esperando que alguien les diga cual va ser el siguiente paso, pero éste no llega. La paciencia tiene un límite, incluso para el pueblo judío. Berta le pide que envíe un poco de dinero y que haga todo lo que está en sus manos para conseguir un pase para América, la única salida que les queda. Herschel ha perdido su trabajo y su permiso de residencia, ahora es un ilegal, no puede quedarse ni salir de Paris, la gendarmería lo persigue y sus hermanos le dan la espalda. Su tío Abraham no le presta dinero escudándose en su situación financiera y sus primos huyen de él como de la peste. Estamos a 6 de noviembre, Herschel furioso cruza la calle con 300 francos en el bolsillo decidido a poner fin a esta opresión. Pasará la noche en un hotel barato de Marais maquinando su plan. A la mañana siguiente escribirá una postal de despedida a sus padres y se la guardará en el bolsillo. Luego, con una idea fija en su cabeza, se echará a la calle. En la armería de la Rue du Faubourg St Martin comprará un revólver del calibre 6 y una caja de 25 balas, por 235 francos. Satisfecho se sube al metro en la estación de Solferino, luego caminará hasta la embajada alemana en el 78 de la Rue de Lille.
A las 9.45 a.m frente a la recepción de la embajada, Herschel miente y dice que es un residente alemán y pide ver a un funcionario. Ernst Vom Rath le recibe en su despacho sin imaginarse que el suelo va a abrirse bajo sus pies. Herschel saca su revolver y dispara a bocajarro, directo al abdomen. Vom Rath se lleva las manos al estómago y trata de imaginarse que todo ha sido un sueño, pero el dolor es tan intenso que no puede acallar sus quejidos. Herschel se acerca a su victima y dice: “No fui yo quien disparó, fueron ellos, mis padres, mis vecinos, mis amigos, mis antepasados, mi futuro, todos ellos te mataron, no lo olvides nunca, Herschel Grynspan te mató”.
Herschel no hizo ninguna tentativa de resistir o escaparse, se identificó con su verdadero nombre en la Comisaria de las Tullerias. Seguido confesó el asesinato de Vom Rath y dijo haberlo hecho para vengarse de los 12.000 judíos deportados hacia el Este. En su bolsillo encontraron la postal que había escrito esa misma mañana, decía: “Con la ayuda de Dios. Estimados padres, perdónenme, no tuve otra alternativa. Pero mi corazón sangraba cada vez más y era insoportable. Tenía que hacerlo, lo siento. Esta es mi protesta ante el mundo, espero que sea escuchada. Perdónenme, Hermann” (firmado con su nombre alemán)

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