lunes, 7 de diciembre de 2009

A punto de dar marcha atrás o la osadía de Herschel Grynspan (I)


Leí en mi rostro que ya no podía ser el mismo. Tenía que descubrirle antes que él me descubriera a mí, antes de que el mundo me adjudicara un papel que no me correspondía. Y lo vi allí tirado, aferrado a una botella de cerveza, pidiéndome unas monedas para cruzar el infierno. No pude negarme, me acerqué y posé las monedas en un adoquín que sobresalía en la arista de una montaña de nieve. El tipo se arrastró hacia ellas como una serpiente hambrienta, ladeando la lengua de un extremo a otro de su boca. Cuando lo tuve a mis pies agarré la barra de hierro e hice ademán de golpearle pero algo me tiró hacia atrás, las manos huesudas de mi madre llevándome de paseo, empujándome hacia dentro del lago. Tuve que alejarme para tomar aliento, Herschel Grynspan era el culpable de todas de mis dudas y lo odiaba con toda mi alma.
Herschel Grynspan nace en Hannover en 1921 en el seno de una familia judía polaca emigrada. Desde entonces su vida se convierte en una afrenta diaria en la que sólo hay lugar para el arrepentimiento. Herschel es como yo, como tantos judíos nacidos en una Alemania infame, pero al contrario de la mayoría, no agachará la cabeza, mirará a los ojos a sus verdugos y no acatará sus órdenes. No ser Herschel me incomoda, me pone ante una situación insoportable.

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