sábado, 31 de enero de 2009

El otro Kurt

El movimiento plantea preguntas vitales y respuestas vitales simultáneamente, por eso Kurt decidió subirse a los árboles, por eso y por muchas más cosas. Kurt pasó ocho años de su vida almacenando amor. Etiquetó cada una de esas porciones que sin quererlo había tenido que guardar. Con el tiempo aprendió a distinguir entre el estar con alguien y el estar justo encima de alguien. Lo que le sumió en un profundo desconcierto. Kurt se reinventó a sí mismo y montó unos grandes almacenes. Cuando se hizo rico y poderoso empezó a llenar su casa de cosas inútiles. Toda esa gente que había tenido que contratar para levantar su imperio no pararon de atosigarle con sus preguntas. A Kurt se le hinchó la nariz y le salió un bulto en el estómago. Kurt acudió al médico con sus gafas de sol y su insoportable carencia de gracia. Kurt salió de la consulta con una certeza y una revelación: lo primero; la medicina es una farsa; lo segundo; uno no puede ver más allá de donde llegan sus ojos pero siempre puede cambiar de perspectiva. Aquella misma noche tras pelearse con todas las esquinas del mundo acabó, no sé sabe muy bien por qué, subiéndose a un árbol. Fue entonces cuando Kurt entendió que aquel lugar le traería de vuelta a la normalidad. Fue entonces cuando Kurt pasó a ser Kurt el Invisible, el cazador de momentos. Nunca nadie le dijo que fuera fácil ser un cazador de momentos, pero con el tiempo se dio cuenta que aquello que iba creciendo en su interior era lo más parecido al Kurt que aspiraba a ser. La primera semana allí arriba fue un cúmulo de descubrimientos, sorpresas y vaticinios. Kurt endureció sus brazos y sus dedos, el bulto del estómago desapareció e inexplicablemente comenzó a interesarle lo que decía la gente. De un día para otro Kurt gozaba de una sutil armonía, un estado que sólo había frecuentado en sus horas de sueño y en sus días de partido. Kurt se hizo invisible y comenzó a ver en la gente cosas que jamás había visto. Las calles de la ciudad se convirtieron en su coto privado de caza. Niños traviesos, mujeres enormes y huesudas, hombres tercos y obstinados, todos ellos se convirtieron en los protagonistas de la mejor película de la historia. Kurt hacía posible lo imposible y no creo que eso sea una tontería. La gente jamás supo que Kurt sacaba lo mejor de ellos, ni siquiera sabían que les observa durante todo el día y durante toda la noche. Kurt esperaba cazar los momentos necesarios para ganarse el cielo. La gente de esta ciudad se merecía un nuevo superhéroe, y ese momento, al fin, había llegado.

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