viernes, 6 de febrero de 2009

La dolce vita (I)

Un reciente estudio sobre la salud mental de los habitantes de Aalborg, Dinamarca, dice que uno de cada diez sueña con perderse en una isla solitaria y que eso, al contrario de perturbarles, les proporciona serenidad.

No soy danés ni tampoco estuve en Aalborg pero yo también sueño con islas desiertas. Y cuando digo desiertas me estoy refiriendo estrictamente a eso, vacías, sin gente, sin hoteles ni animadoras adictas a la ketamina, un lugar en el que el silencio sea eso, silencioso.

Desembarcamos en Lipari con los bolsillos vacíos pero los llenamos rapidamente con toda la propaganda del mundo; hoteles, pensiones, campings, casas de huéspedes, habitaciones con derecho a ducha, habitaciones sin ducha pero con vistas privilegiadas, casas rurales, camarotes con patrón de barco y un antiguo faro aspirante a rascacielos. La ley de la oferta y la demanda acuciaba el ingenio de los testaferros de la isla, un turista era un milagro, y como tal, había que tratarlo.

Mientras nos alejabamos del puerto el acoso iba menguando, cuanto más cuesta arriba menos turistas y menos acosadores, el esfuerzo físico siempre era una garantía de tranquilidad. De repente todos los turistas habían desaparecido, todo lo que esperaban encontrar había sido arrojado al mar, ni resorts, ni spas, ni ciudad de vacaciones, nada, tan sólo un 4x4 del Equipo A y un viejo barbudo con aire ludista.

"Amici!!! Vieni, veini a La Dolce Vita!!!!"

Imaginaros quedarse dormido con el vaivén de una hamaca. Imagina la posibilidad de volverte completamente idiota. Imagínate diciéndote a ti mismo estupideces. Imagina, porque no estás tan lejos de conseguirlo.

Se presentó.

- Me llamo Gian Santo y vosotros sóis españoles.

Gian Santo y Katia nos alojaron en su casa ¿Qué frutos son éstos, qué peñasco es éste que se yergue entre la bruma, qué olas más calidas, qué tierras fecundas, qué fuego intenso? ¡Salute amici! Vieni qui, vieni, vieni a la nostra piccola azienda, coltiviamo capperi, ulivi, fichi ed altra frutta varia, ortaggi e piante aromatiche. Vieni a la dolce vita.

La casa de Katia y Gian Santo esconde un secreto. Un secreto que nunca será revelado. Pero no importa porque estando allí, aquello que hoy te quita el sueño, aquello que te preocupa y te enfurece, desaparece. La palabra paz alcanza por fin su significado. Dejarse llevar, dejarse crecer la barba, tostarse al sol, leer a Homero, comprender que las cosas tienen su debido tiempo, sentir la respiración, seguir los pasos de una hormiga, hablar en italiano, creerse el primer poblador de una isla perdida y volverse completamente idiota.

*Dirección de X (http://www.ladolcevitalipari.it/)

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