viernes, 29 de enero de 2010

Gasparnik y los Asaltadores, parte 24/789

El 18 de diciembre de 1803 moría en Weimar, Turingia, Johann Gottfried von Herder. Entre los allegados que velaron el muerto destacaban dos individuos que mostraban un pesar sincero y digno, casi irreal. Eran Gyula Tizsa y el Coronel de Campo Gebhard von Hötzendorf. Nunca antes se habían visto, no frecuentaban los mismos sitios, ni compartían amistades, treinta y tres años les separaban, pero desde el primer momento en que se conocieron supieron que jamás se separarían. Fue en aquellos días de duelo cuando entablaron las bases de una amistad infranqueable. Desde entonces no hubo semana en la que no se cartearan. Lo que empezó como un hábito acabó convirtiéndose en una necesidad, y eso, al contrario de perturbarles, les tranquilizó. Pero ¿Por qué de repente dos desconocidos que en una situación normal ni se hubieran mirado a la cara se prometían apego eterno? Había una razón evidente, compartían la misma obsesión: el Ensayo sobre el origen de la lengua (1772) del difunto Johann Gottfried von Herder

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