jueves, 28 de enero de 2010

Notas sobre Brukman (I)

Martín me habla desde un país inaccesible, donde sólo él tiene pasaporte, un lugar ya desaparecido en el que los minutos se hunden como si fueran arenas movedizas. Me lo imagino caminando por la pampa, golpeando sus botas contra la tierra húmeda, como un niño que se resiste a aceptar el dolor intenso de la vida, preguntándose cómo diablos enterrarán al viejo Gabriel, que lleva tres días en cama, cómo hacerlo si ni siquiera hay plata para comer, cómo mantenerse a flote cuando llevas rocas atadas a los pies, cuando naces con rocas y trasatlánticos atados a los pies, veía alejar su figura por los pastos, con la cabeza baja, buscando una respuesta entre los charcos de Villa Amparito, pero sólo encontraba su reflejo y de repente la imagen del viejo, estirado en su cama con una estúpida manta cubriéndolo el cuerpo, se estaba volviendo loco, esperaba que los ángeles se lo llevaran, pero nadie vino a buscarlo, solo, solísimo, Martín apretaba los dientes y sentía todo el pesar de la rabia acumulada durante quinientos años.
“Tenía la sensación de que estábamos cambiando algo. Oficinistas, abuelas, chicos muy parecidos a mí, todos sentíamos lo mismo, el mismo compromiso. Sabíamos que habíamos tocado fondo, que teníamos que reconstruirlo todo. Partir de cero. Sanear nuestra sangre, una sangre que había estado dormida durante demasiado tiempo.”
Intento atrapar sus palabras y las yemas de mis dedos se prenden, consumiéndose con la toxicidad de su verdad, una verdad inapelable, que mata. Martín vuelve a tener veinte años, vuelve a estar en su Argentina natal, de la que salió huyendo. Me habla desde ese rincón perdido y yo continuo distrayéndome con las imágenes de ese lugar macabro donde las personas no eran nada.
“Cuando en Villa Amparito lamentablemente moría un vecino, no teníamos como enterrarlo y por ahí se quedaba cuatro o cinco días tirado en la cama. A veces teníamos que organizar partidos de fútbol o campeonatos de truco para poder juntar doscientos mangos para poder enterrarlo”

*Fotografía de Iván Abreu

No hay comentarios: