domingo, 3 de octubre de 2010

Algo cálido y sinuoso

Al principio nuestro tiempo era la noche, la oscuridad, la conciencia dormida acurrucuda al borde del precipicio, el instante en que nos sumergíamos el uno en el otro y en el que el abismo se desvanecía por completo. Nuestros cuerpos funcionaban igual que dos máquinas perfectas para producir placer. El placer, luego el sueño. Como la muerte. Nuestra cama era una fiesta, así es como ella lo veía, una fiesta ligera y vaporosa que pendía de nuestro aliento. Mientras escuchaba embelesado sus palabras veía como una serpiente hecha de jadeos se colaba entre sus piernas dejándola muda e inconsciente.

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