
Recuerdo la primera vez que vi un tren. Recuerdo haberle pedido al abuelo que me llevara a ver un tren, por favor, abue, llévame a ver un tren, nunca imaginé que el tren fuera esa cosa tan larga, abue, yo quiero tren, decía, y el abue me miraba como perdonándome la vida, yo quiero tren, volvía a decir, y el abuelo seguía mirándome impasible, y yo seguía y seguía con el quiero tren, y el abue se sacó un moneda de la oreja y me dijo que lo guardara por si las moscas, siempre por si las moscas. Y luego me agarró la mano y echamos a correr.
El día que el abue se murió decidí conseguirme una novia. Pero las chicas no supieron apreciar mi jersey azul de cuello alto y tuve que conformarme con la colección de dinosaurios y mi tortuga tuerta. Lo digo porque el abue era muy importante para mí y tuve que correr mucho y cansarme mucho para olvidarme de todo.
*Foto de amigo Carlos Weiss (www.kineticform.com)
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